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Servicio de Inspecciones

Descripción del servicio

La Oficina Nacional de Derecho de Autor (ONDA),Consiste en la investigación que realiza el Departamento de Inspectoría, a solicitud de parte interesada, mediante el cual se verifica la existencia o no de infracciones de derecho de autor y/o derechos afines.

A quién va dirigido

Es un servicio disponible para cualquier autor o titular de una obra que requieren investigar una infracción de derecho de autor y derechos afines.

Departamento que lo ofrece

Departamento de Inspectoria

Información de contacto

Tel.: (829) 593-6632 Ext .2001, 2002
Dirección:  Avenida Roberto Pastoriza #317, Ensanche Naco, Distrito Nacional.

Requerimientos o requisitos

Depósito de solicitud o denuncia de la infracción a investigar con información detallada.

Procedimientos a seguir

1.-El usuario se dirige al Departamento de Atención al usuario.

2.-Deposíta la solicitud o denuncia de la infracción a investigar.

3.-Realizar pago de Tasa Correspondiente.

4.-El departamento de Atención al Usuario remite solicitud al Departamento de

Inspectoría para la ejecución del proceso.

5.-Departamento de inspectoría realiza inspección.

6.-Realiza informe de inspección.

7.-Entrega de informe a la parte interesada.

Horario de prestación

Lunes a viernes 8:30 a.m. a 4:00 p.m.

Costo

 Inspección (Interior del país) RD$ 8,000.00  Inspección (Distrito Nacional) RD$ 5,000.00

Tiempo de realización

10 días laborables

Canal de Prestación

Presencial

Información adicional

Modalidad de Pago:Efectivo, Cheque certificado, Cheque de administración, depósito o transferencia bancaria

Teléfono: (829) 593-6632 Ext .2006

Inspección (Interior del país, excepto Santiago y sus zonas aledañas en un rango de 40 km o menos de distancia de la Ciudad de Santiago) RD$ 8,000.00

Inspección (Distrito Nacional, Provincia Santo Domingo y Santiago en sus zonas aledañas en un rango de 40 km o menos de distancia de la Ciudad de Santiago) RD$ 5,000.00

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FORMULARIO DE IMPORTADORES
Fecha de subida:  26 octubre, 2022

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El Burro Pesimista

Desde que era pequeño, a Jumento siempre le habían dicho que era un tonto. “Eres solo un burro”, le repetían los otros animales de la granja, y no importaba lo que hiciera, esas palabras parecían seguirlo a todos lados, como una sombra que nunca desaparecía.

Nació en una granja humilde, en lo alto de una colina olvidada, donde los días pasaban despacio y el sol apenas alcanzaba a calentar la tierra. Cada vez que intentaba hacer algo bien, siempre había alguien que le recordaba su origen, como si ser un burro significara que estaba destinado al fracaso. “No sirves para nada”, decían. “Lo mejor que puedes hacer es cargar peso y seguir caminando.”

Jumento empezó a creerlo. Caminaba con la cabeza baja, las orejas caídas, y la esperanza más pequeña que una brizna de pasto seca. Pero una noche, todo cambió. Después de un largo día de trabajo, se perdió en el bosque mientras buscaba una sombra donde descansar. Mientras vagaba, sus patas lo llevaron hasta un viejo árbol retorcido, cuyas ramas parecían tocar el cielo. Sentado en una rama alta, un búho anciano observaba todo con ojos sabios y brillantes. Su mirada penetraba la oscuridad de la noche como si viera más allá de lo que los demás animales jamás podrían imaginar.

“¿Qué haces aquí, pequeño?”, preguntó el búho, con voz dulce, profunda y calmada.

Jumento se sorprendió al escuchar la pregunta. Nadie le hablaba de esa manera. “Me llamo Jumento y estoy perdido… aunque a veces siento que estoy perdido todo el tiempo”, respondió, con un suspiro cansado.

El búho inclinó la cabeza, curioso. “¿Por qué crees eso?”

“Porque soy solo un burro. No soy bueno para nada, ni siquiera para encontrar el camino de regreso a casa.”

El búho lo miró fijamente, sus ojos como dos lunas pequeñas. “No eres tonto, Jumento. El verdadero tonto es quien no se atreve a aprender. Si me visitas cada noche, te enseñaré algo que nadie más te ha dicho.”

Intrigado, Jumento empezó a visitar al viejo búho cada noche. Bajo las estrellas, escuchaba atentamente sus historias sobre el valor, la sabiduría y cómo el verdadero conocimiento no tenía que ver con lo que los demás piensan de ti, sino con lo que descubres por ti mismo.

Con cada conversación, algo en el interior de Jumento empezaba a cambiar. Lentamente, sus orejas dejaban de caer tanto y sus pasos eran más ligeros. Se dio cuenta de que había mucho más en él de lo que había creído. El burro que una vez pensaba que solo servía para cargar peso ahora estaba aprendiendo a ver el mundo de una manera completamente nueva.

Cada noche, Jumento se aventuraba en el bosque, siguiendo el mismo sendero hasta llegar al árbol retorcido donde el viejo búho esperaba. La primera lección que el búho le enseñó fue sobre la paciencia.

“Las grandes cosas toman tiempo”, le dijo el búho una noche mientras las estrellas brillaban sobre ellos. “No te apresures en aprender todo de una vez. Lo importante no es cuán rápido llegues, sino cómo aprendes en el camino.”

Jumento escuchaba en silencio, pero le costaba entender. Toda su vida había creído que no había nada que aprender para un burro como él. Sin embargo, a medida que las noches pasaban, comenzó a albergar nuevas posibilidades en su interior.

Después de muchas noches de aprendizaje bajo la tutela del búho, llegó el día en que Jumento tendría que poner en práctica lo que había aprendido. Una mañana, mientras trabajaba en la granja, escuchó un alboroto en los establos. Los animales estaban nerviosos porque la sequía había hecho que el agua del pozo comenzara a escasear. El dueño de la granja, preocupado, se preparaba para enviar a los animales a buscar agua en un río lejano, lo que significaba un arduo y largo trayecto.

Los demás animales no confiaban en Jumento para liderar el viaje. “Es solo un burro”, decían algunos, “no podrá guiarnos.”

Jumento recordó las palabras del búho: “Deja que los hechos hablen por ti.”

Respiró hondo y, sin prestar atención a los murmullos, se ofreció para llevar la carga de las cubetas vacías hasta el río. Al principio, los otros animales lo miraron con desconfianza, pero él sabía que tenía la fuerza para hacerlo. No era solo su cuerpo, sino también su mente la que lo hacía fuerte. Guiado por la paciencia que había aprendido del búho, tomó el camino más corto, uno que había descubierto mientras exploraba la granja. Aunque el trayecto era complicado y atravesaba zonas rocosas, supo sortear los obstáculos y llegó al río más rápido de lo que los demás esperaban.

Los animales, sorprendidos, lo vieron cargar el agua y regresaron a la granja, reconociendo que Jumento, el burro al que siempre subestimaron, había salvado el día. Fue la primera vez que nadie dudó de su capacidad, y aunque él, ya no necesitaba su aprobación, se sintió satisfecho de haber hecho lo correcto.

Poco después, una segunda oportunidad para demostrar lo que había aprendido apareció. Durante una fuerte tormenta, el viento derribó parte de la cerca que protegía a los animales más jóvenes. Los demás animales estaban aterrorizados por la tormenta, incapaces de reaccionar.

“El verdadero valor está en enfrentar lo que temes”, recordó Jumento.

Sin dudarlo, corrió hacia el campo, enfrentando la lluvia y el viento. Usando su fuerza y su resistencia, logró mantener la valla en su lugar hasta que los granjeros pudieron llegar a repararla. Mientras los otros animales observaban desde la seguridad del establo, demostró su coraje y su sabiduría, protegiendo a quienes más lo necesitaban.

Con el paso del tiempo, Jumento dejó de ser “solo un burro” para los animales de la granja. Sin embargo, lo más importante era que él mismo había dejado de verse de esa manera. Ya no caminaba con la cabeza baja, ni sus oídos caídos. Sabía quién era y qué podía lograr.

Una noche, al regresar al árbol para ver al viejo búho, este lo observó con una mirada cálida. “Has aprendido bien, Jumento. Lo que creías que era una debilidad resultó ser tu mayor fortaleza. Ahora entiendes que el valor, la paciencia y la sabiduría no son regalos, sino habilidades que se cultivan.”

Jumento, agradecido, sabía que aún tenía mucho que aprender, pero también sabía que ya no dependía de las opiniones de los demás para valorarse.

El búho inclinó su cabeza y agregó: “Recuerda, lo que los demás piensen de ti no define quién eres. Lo que define quién eres es cómo enfrentas los desafíos y cómo decides ver el mundo.”

Moraleja: La verdadera fortaleza no está en lo que otros dicen de ti, sino en lo que decides creer sobre ti mismo. La paciencia y el coraje pueden transformar cualquier obstáculo en una oportunidad para crecer. Aprende a valorarte y a ver tu potencial, porque lo que importa no es cómo comienzas, sino cómo eliges avanzar.

Por: Idviajera 

Idelsa Antonia del Villar

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octubre 21, 2024

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